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sábado, 16 de marzo de 2013

¿Vivir fuera de la WI-FI es vivir en el error?


Erwin Bárcenas Oliveros
Un clavo al Ataúd

Por fin podremos entrar al primer mundo de las telecomunicaciones; adiós a promesas vanas de “inglés y computadoras para todos”; bienvenida la nueva era: tabletas y youtube “for everyone in everywhere”, venga nosotros tu 3G, el WI-FI es de quien lo trabaja, el respeto al Facebook ajeno es la conservación de tu cuenta... pero ¿y qué pasó con los de siempre?
Según la hermosa e interesante Purificación Carpinteyro, la reforma a telecomunicaciones nos ayudará a todos los usuarios de los medios masivos de comunicación a pagar menos, a tener una mejora en nuestros servicios de televisión por cable, internet y telefonía tanto fijo como móvil, sana competencia y un paraíso de la gente que representamos los cerca de 42 millones de usuarios de alguno de estos servicios.
Pero cerca de 60 millones de personas en México se coronan y dominan el paisaje en la pobreza y pobreza extrema sin acceso a estos servicios y para ser sinceros, estos temas están entre las 25 mil cosas que les vienen valiendo madres. El sueño de la (para mí) admirada diputada perredista y los miembros progresistas no está mal, pero entreniegan una realidad que no pueden ver,  viven en niveles y calidades de comodidad donde la red de datos corra bien y no sea limitada para poder enterarse de lo que pasa tanto en Monterrey como en Dublín, pero no resuelven una de las demandas más importantes, la deuda real, el verdadero lado oscuro de toda la historia contemporánea en México: las clases baja y subterránea.
Seguimos con un país sin servicios de salud que cubran siquiera lo básico de lo más básico de la población; carecemos de una economía que pudiera parecer justa o regularmente distribuida; familias que sobreviven con menos de 30 pesos al día; niños sin escuelas, ya no digamos bancas, salones o techos, y peor aún, sin una tortilla o una fruta en el estómago para siquiera sostenerse; no hay campo que produzca nuestra comida y los tres estados que más maíz producen en México, están en Africa, Estados Unidos y uno creo en el territorio nacional; la economía informal intenta hacerle batalla a los grandes-grandes empresarios que amasan en el 1% de la población el 98% de la riqueza, a no decir del sometimiento esclavista de los pagos mensuales y a veces sin intereses que el resto le debemos a ellos.
El mundo nos rebasó hace décadas. Nos quedamos varados entre la revolución y el terremoto del 85, y las clases media y alta añoraban desde entonces ser como Italia o Alemania, como Japón o nuestros adorados vecinos del norte; vivir la cosmopolita vida de las urbes y metrópolis que en películas gringas, logran los protagonistas vivir juntos y felices por siempre en algún bonito departamento de Nueva Jersey; la carrera por alcanzarlos la hacen desde el ombligo de nuestra sociedad para arriba, pero sin importarle que vamos los pies descalzos, sin pantalones ni calzones y constantemente ultrajados (o sea, todos los demás)... las cúpulas y sus allegados buscan la modernización de un país abandonado en sus bases y que solo son convocadas para recordarles que deben sacrificarse por el bien del otro México, el que se preocupa por tener mejores programas de televisión y la última temporada de la serie que ven en su computadora portátil.
Espero ahora que habrá mejores servicios en la red de datos, en la tele de calidad o cuando salga a la calle para pagar todos estos servicios en las miles de sucursales en todo el país, la adorada Carpinteyro se dé un tiempo para checar cómo andamos en esos temas que por lo mismo, de ser tan añejos, tan enquistados en nuestra historia, no son “mothernos” ni de actualidad, pero son muchísimo más importantes, mucho más urgentes que tener más servicios para que nos sigan cobrando a todos, unos cuantos…

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